martes, 31 de marzo de 2020

Mons. Adolfo Bittschi: CREER EN ÉL y tendrán la vida

Cuando levantan al Hijo del Hombre sabrán que YO SOY.



 Martes de la 5ta semana de la Cuaresma proclamamos el Evangelio según san Juan 8, 21 – 30. Gloria a ti, Señor. Palabra del Señor.




Cuando levantan al Hijo del Hombre sabrán que YO SOY.

Reflexión

La primera lectura de hoy del libro de Números 21, 4-9 nos habla de un aviso profético. Israel en el desierto sufrió una plaga de mordeduras por serpientes por haber pecado contra Dios y contra Moisés. Pero al reconocer su culpa, Dios manda a Moisés hacer una serpiente de bronce y colocarla en alto con un estandarte. “Los mordidos por las serpientes quedarán sanos al mirarla”. El pueblo está entre la vida y la muerte. Muerte de abajo por la mordedura de la serpiente, es decir por su rebelión, y la vida al mirar arriba a la imagen de bronce. El recuerdo del acontecimiento con la serpiente de bronce en la fiesta de la Chozas, sirve a Jesús a aclarar su cumplimiento en su persona. Y en la interpretación de San Juan en el Evangelio de hoy, se cumplió para todo el mundo, cuando, Cristo, estaba levantado en alto colgado de la Cruz. Y desde entonces cada persona que lo mira y se da cuenta de sus pecados y se arrepiente, no muere la segunda muerte; se salva por el Crucificado. 

 Se repite la historia del Éxodo. La mayor parte del pueblo no escucha a Jesús y permanece en su pecado; está de nuevo entre la vida al creer en Cristo y la muerte eterna por el pecado de incredulidad. 

 “Ustedes son de aquí abajo, yo soy de allá arriba: ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo… si no creen que YO SOY, morirán por sus pecados”. Quién no cree en Cristo crucificado será presa de la muerte. 

 “Yo me voy y ustedes me buscarán, y morirán por sus pecados.” Jesús también iba a morir. Con la gran diferencia que su muerte será para ser glorificado por su Padre. Por eso les dice: Donde yo voy ustedes no pueden ir.” Jesús les habla claramente de su pecado de no creer en el enviado de Dios y por eso no son de Dios ni pueden llegar a Dios. Ellos morirán la muerte eterna por no creer. Jesús sabe que lo van ejecutar en la cruz y levantar en alto. Recién entonces muchos se darán cuenta que habla como su Padre le había enseñado. En esta hora oscura de su muerte no estará solo, el Espíritu Santo, el Amor de Dios Padre le fortalecerá, porque siempre obra lo que le agrada a su Padre. 

 Todo este discurso del Señor es muy misterioso, aunque el sentido está claro y por eso “cuando expuso esto, muchos creyeron e Él”. 

 Los enemigos de la Cruz morirán la muerte eterna por sus pecados mientras tanto los que por la gracia de Dios llegan a creer en el Crucificado y levantan la cabeza para mirarlo y creer en él, tendrán la vida.

 El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! En este Domingo en tu familia, ya que nos quedamos en casa. Que tengan paz y les bendigo en nombre de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

lunes, 30 de marzo de 2020

Mons. Adolfo Bittschi Reconocer nuestros propios pecados.

Vete y no vuelvas a pecar (Jn 8,1-11)
30 de marzo, lunes de la 5ª semana de Cuaresma




Adio: Evangelio y Reflexión

 

Reflexión

Queridos oyentes estamos con este evangelio de la misericordia de nuestro señor Jesucristo. Mientras que esta enseñando en el templo, los escribas y fariseos llevan a Jesús a la mujer sorprendida en el adulterio, pero no lo llevan al marido. En la ley de Moisés estaba previsto de apedrearlo, estos hombres piden a Jesús que juzgue a la pecadora con la finalidad de ponerlo a prueba a Jesús.

La escena está cargada de dramatismo, de las palabras de Jesús depende la vida de esta persona, pero también su propia vida, de hecho los acusadores hipócritas fingen confiarle el juicio, mientras que en realidad es precisamente a él a quien quieren juzgar y acusar. Jesús en cambio está lleno de gracia y de verdad (Jn1,14) él sabe lo que hay en el corazón de cada hombre, quiere condenar al pecado, pero salvar al pecador, y desenmascarar la hipocresía.

El Evangelio de San Juan pone de relieve un detalle, mientras los acusadores le
interrogan con insistencia, Jesús se inclina y se pone a escribir con el dedo en el suelo. No se han preguntado ustedes alguna vez ¿qué habrá escrito? San Agustín observa que el gesto muestra a Cristo como el legislador divino, en efecto, Dios escribió la ley con su dedo en las tablas de piedra (Comentario de San Agustín al Evangelio según San Juan) Jesús por tanto es el legislador, es la justicia en persona. Y ¿cuál es su sentencia?: aquel de ustedes que esté sin pecado, que arroje la primera piedra; estas palabras están llenas de la fuerza de la verdad, que desarme, que derriba el muro de la hipocresía y abre las conciencias y una justicia mayor, la del amor, la de la Misericordia, la que consiste el cumplimiento pleno de todo precepto. Escribe San Pablo en la carta a
los Romanos (Rom 13). Es la justicia que salvó también a Saulo de Tarso, el perseguidor de los cristianos, transformado en el gran Apóstol San Pablo. Cuando los acusadores se fueron retirando, comenzando por los más viejos, Jesús absolviendo a la mujer de su pecado, le introduce en una nueva vida orientada al bien; “tampoco yo te condeno, vete en adelante no peques más”.

Dios solo desea para nosotros el bien y la vida, se ocupa de la salud de nuestra alma por medio de sus ministros, liberándonos del mal con el sacramento de la reconciliación, a fin de que nadie se pierda sino que todos puedan convertirse.

Queridos hermanos antes de juzgar a otra persona, debemos nosotros pedir, la luz del Espíritu Santo para reconocer nuestros propios pecados. Muchas veces me pasa lo que critico o veo mal en otra persona, me doy cuenta que yo tal vez en otra manera, pero estoy con el mismo pecado, por eso damos gracias a Dios por su gran Misericordia.

El Evangelio es Alegría. Anúncialo. 

En este tiempo en que estamos confinados, no perder la paciencia, sino profundizar, aprovechar para profundizar la Palabra de Dios.

Que Dios les bendiga.

Mons. Adolfo Bittschi M

Sucre 30.03.2020

domingo, 29 de marzo de 2020

Católicos, evangélicos y autoridades se unen para colaborar con familias vulnerables

TRINIDAD  La iniciativa en favor de las familias de bajos recursos, tiene la finalidad de ayudar e incentivar a la cuarentena y de ese modo evitar el contagio y la propagación de la pandemia del coronavirus.


UNIDOS 
La mesa de trabajo conformada por:
Monseñor Roberto Bordi, Padre Roque Vaca, Padre Pascual Jędrzejas -representantes de la Iglesia Católica-. El Pastor Pablo Chanevi  - representante de las iglesia evangélicas - Asamblea de Dios-. Y autoridades nacionales, departamentales, municipales y con  el apoyo para la coordinación de la Fejuve a cargo del Señor Jhony Tereba,  lograron  unir fuerzas para " recolectar la  ayuda de todas las personas de buen corazón y centralizarla en una sola mesa"  con el propósito de hacer llegar a las familias más vulnerables,  un kit de alimentos secos para el  consumo de una semana en esta etapa de cuarentena.



VOLUNTARIADO
Los kits  alimentos  fueron armados  con ayuda de mujeres y jóvenes solidarios, quienes además, colaboraron con la entrega de las mercaderías  a las familias más vulnerables.




BENEFICIARIOS

Quienes recibieron la ayuda son personas con discapacitados, Niños con cáncer, Madres solteras, ancianos y victimas de maltratos, quienes no perciben un salario fijo;  "siendo estas personas las más afectados" por la situación que atraviesa el país y el mundo. 



El trabajo de entrega se realizó  previa corroboración de la comisión  con la visita casa por casa y  concientizar para que se queden en resguardo durante el periodo decretado como cuarentena total"




Vía: Taxi Noticias- Bolivia-28-03-2020

GALERÍA





















Mons. Adolfo Bittschi: La resurrección de Lázaro es un grito a creer en Jesús



 Jesús se manifiesta como vida y RESURRECCIÓN

29 de marzo 2020
5to. Domingo de Cuaresma 



Seguimos proclamando el Evangelio según San Juan 11, 1 – 45. 
Gloria a ti, Señor.  
        
EVANGELIO



Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


REFLEXIÓN

Por el Evangelio que se proclama hoy,  este 5to. Domingo se llama Domingo de Lázaro. La muerte de Lázaro se presta “para la Gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (V.4). En este séptimo signo Jesús se manifiesta como vida y RESURRECCIÓN. No dice yo seré el resucitado, sino soy la RESURRECCIÓN en persona.





Una aclaración: los milagros de Jesús en los otros tres Evangelios son llamados SIGNOS en el Evangelio según San Juan, porque tienen la finalidad de señalar a Jesús como el Mesías anunciado por Moisés y los profetas (Juan 1, 17.41.48), recalcando que Jesús trae la salvación no solo para los judíos, sino para todo el mundo (1, 9.12; 4, 42). Son en total siete signos que se relacionan con fiestas religiosas judías y reciben su significado de los discursos que los acompañan. Jesús viene a cumplir  las  esperanzas de Israel, de modo que las fiestas del Antiguo Testamento pasan a ser fuentes de revelación para la comunidad cristiana, llamada a ser el nuevo Israel de Dios (1, 51 y 11,51-52).
En el primer signo fue en las bodas de Caná. Las bodas son siempre signo de la Alianza de Dios con su pueblo y por eso indisoluble. Jesús transforma el agua en vino revelando su poder creador y su identidad con Dios Padre. La abundancia y la calidad del vino anuncian la alegría y plenitud del Reino de Dios abierto a todos. La hora del Mesías ha llegado. Jesús declara también el rol de María como la nueva mujer, que sustituye a Eva, “la madre de todos los que viven” (Gen 3,20). Al decir a su madre “mujer” no lo rebaja (disculpen mis hermanos separados: no estamos en una novela), más bien lo eleva como madre de todos los que viven.  En el segundo signo Jesús salvó al hijo moribundo del funcionario real y cambió su padre en hombre de fe junto con su familia. En el tercer signo sanó al pecador que fue paralítico por 38 años y se presentó como Mesías que resucita muertos y da vida. En el cuarto signo Jesús con la multiplicación de los panes anuncia la Eucaristía y se revela como “Pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.” El quinto signo es para manifestar su dominio sobre las fuerzas destructores de la naturaleza, tempestades y el mar agitado. Jesús se presentar como “SOY YO”, aplicando a sí mismo el santo nombre de Dios para indicar, que participa del poder del Dios Todopoderoso. El sexto signo era la sanación  del Ciego de Nacimiento (el Evangelio del domingo pasado), una obra igual que resucitar un muerto. Anuncio de lo grandioso que es el Bautismo instituido por Cristo, luz y vida que transforma la persona.
Hoy el séptimo signo, la resurrección de Lázaro, nombre que significa “ayudado por Dios”. Al recibir noticia de Lázaro, Jesús parece no querer ayudar a su amigo. Digo esto, porque Jesús no tiene prisa y se queda dos días. A la muerte le dice sueño: “Voy a despertarlo”. Con estas palabras Nuestro Señor quería quitar el miedo a la muerte a sus discípulos quienes le advierten que los judíos lo querían apedrearlo (V.8).
Dios tiene su tiempo tantas veces diferente con nuestro deseo. La llegada de Jesús al cuarto día a la casa de sus amistades en Betania tiene la finalidad de revelar el poder sobre la muerte. Ya lo había mostrado su amor a la vida en los signos anteriores en el Evangelio de Juan y en los otros Evangelios resucitando la hija de Jairo apenas muerto y al hijo de la viuda de Naín a quien ya habían velado y lo estaban llevando al cementerio. Hasta el tercer día los judíos mantenían cierta esperanza que el difunto podría volver a la vida, pero al “cuarto día ya huele mal” y la muerte es irreversible. (Hay un crescendo en la dificultad de hacer volver a la vida. Y el Señor pasa el límite de toda esperanza.)
Viene ahora un diálogo conmovedor: “Cuando Marta oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro” y “dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto…” Jesús le dijo:” Tu hermano resucitará”. Marta le contestó: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le respondió: “YO SOY la RESURRECCIÓN y la VIDA. El que cree en mí, aunque muera, vivirá… ¿crees esto?” Ella contestó: “Sí, Señor, yo siempre he creído que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios…”
 Las hermanas Marta y María creían en la resurrección al final de la historia, así como muchos judíos en aquel tiempo. Lo que les costaba, era creer que la resurrección puede ocurrir ahora por persona de Nuestro Señor Jesucristo. Esta incredulidad de Marta y María y de los judíos dolientes es expresada por dos palabras griegas muy distintas para su llanto. Ellos se lamentan por le pérdida del hermano y amigo para siempre (klaío), mientras Jesús no solo llora por su amigo sino también por la incredulidad de los que lo rodean (dakrýo).
Jesús delante de la tumba ordenó: “¡Quiten la piedra!” Luego oró: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por la gente que me rodea, para crean que tú me has enviado.” Dicho esto, gritó: “¡Lázaro, sal fuera!” El muerto salió con sus pies y manos atadas… (Otro milagro).  Jesús les ordenó: “Desátenlo y déjenlo caminar”.  Entonces, muchos de los judíos que habían venido a la casa de María y vieron lo que Jesús hizo, creyeron en Él.
La resurrección de Lázaro es un grito a creer en Jesús, que en persona es la RESURRECCIÓN  y la VIDA  aquí y ahora. Todos los cristianos quedamos invitados como Marta creer en Jesús y ver la gloria de Dios.
Hay una condición para resucitar aquí y ahora. No se asusten. Nadie resucita si no ha muerto antes. Jesús nos exige en esta cuaresma a morir al hombre viejo, morir al pecado hoy, para resucitar y ver la gloria de Dios hoy.

El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo!   
Dios que es PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO les bendiga.
Buen domingo.  







sábado, 28 de marzo de 2020

Mons. Adolfo Bittschi: Buscar primero el Agua Viva


Sábado de la 4ta semana de Cuaresma seguimos proclamando del Evangelio según San Juan 7, 40-53. Gloria a ti, Señor.
        
Queridos oyentes, seguimos con el capítulo 7 del Evangelio según san Juan. Jesús participa de una fiesta litúrgica en Jerusalén, la de las Chozas o Tiendas. Una fiesta muy alegre y popular al final de la vendimia. Se recuerda el camino de Israel por el desierto del Sinaí. (Lev 23,43). En el desierto el pueblo sufrió la necesitad de agua, mientras en Jerusalén tienen bastante agua y para agradecer a Dios realicen ceremonias con el agua. El sumo sacerdote trae en una vasija dorado agua de la fuente de Siloé y lo derrama sobre el altar de los holocaustos. Mientras el pueblo con gran júbilo canta los Salmos  113 -118, el “Hallel”, las Alabanzas a Dios.
Todos hemos sentido SED y sabemos: el AGUA es VIDA. Sin agua se seca la tierra, no hay cosecha, los animales mueren y luego las personas. Por eso el agua es símbolo del Espíritu Santo a quién Jesús ofrece a todos. “El último día de la fiesta… Jesús de pié y gritó: El que tenga sed que venga a mí y beba, el que cree en mí – como dice la Escritura -, de su costado brotarán ríos de agua viva.”
Israel recuerda que en el desierto Moisés tenía que golpear la roca y “brotó agua tan abundante que bebió toda la gente y las bestias.”(Números 20,11).  Un acontecimiento que se menciona varias veces en la Sagrada Escritura (Salmo 78, 20; Isaías 48,21). Los Padres de la Iglesia lo explican como un aviso profético. La peña representa el pecho de Jesús crucificado. “Uno de los soldados le traspasó el costado con su lanza,  y al instante salió sangre y agua.” Ambos son símbolo de los sacramentos en los que Jesús nos abraza con su amor y nos llena de su Espíritu Santo.
La sed de agua de la persona es expresión de su sed de sentido de la vida. San Juan lo mostró en el capítulo 4 de su Evangelio con la mujer Samaritana. Para satisfacer la sed de vida ha venido el Salvador. Para eso tenía que morir en la Cruz.
Ante estas nuevas afirmaciones de Jesús, que Él da sentido a la vida, las discusiones con los fariseos se hacen cada vez más ardientes. El pueblo sencillo por parte lo acepta y cree en él, otros se irritan por su procedencia de Galilea. Los sumos sacerdotes con los fariseos lo odian y mandan a prenderlo. Los guardias vuelven sin él diciendo: “Jamás  ha hablado nadie así.” Y las autoridades se encienden en su odio. Nicodemo, personaje que lo visitó de noche (Juan 31-21), pide calma y es tratado con ironía. El seguidor de Jesús, hoy como entonces, participa del don del Espíritu Santo pero también de incomprensión hasta hostilidad.
Ojalá que estos días de la cuarentena en que paran las actividades nos sirven de preguntarnos sobre el sentido de nuestra vida: ¿Cosas, título, amistades, hijos, pareja y si sobra tiempito Dios a quién, como buenos católicos, no negamos, pero Usted sabe Padre… les invito a poner orden y buscar primero el Agua Viva, lo demás se arregla mejor.
El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo!
 Dios les bendiga: PADRE, HIJO, ESPÍRITU SANTO.

viernes, 27 de marzo de 2020

«Al atardecer», Meditación del Papa Francisco en la bendición Urbi et Orbi

Meditación del Papa Francisco en la bendición Urbi et Orbi por la pandemia del coronavirus 
         

«Al atardecer» (Mc 4,35). 

Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. 

Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. 

En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos. Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús. 

Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—.


Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40). Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38). 

No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados. La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. 

La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de 2 nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. 


Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela y se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. 

No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. 

Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12). 

Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. 

Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. 

Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras. 

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. 


Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. 

El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. 


El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza. 

Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. 

En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza. 

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. 

Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil Señor y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque sabemos que Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).
   
27 marzo 2020 

jueves, 26 de marzo de 2020

Mons. Adolfo Bittschi: En estos momento, ¿somos capaces de ver las obras de Dios y agradecerlo?

Homilía 26 de marzo, jueves de la 4ta semana de Cuaresma



Mensaje centrado en  Evangelio según San Juan 5, 31-47. 
Gloria a ti, Señor.

 
Queridos oyentes:

Seguimos con el capítulo 5 del Evangelio de San Juan que relata la sanación del paralítico junto a la piscina de Betesda. Jesús realiza esta obra de Dios mostrando que Él  y el día sábado son fuente de VIDA. “Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que él quiere.” (V. 21) Podemos entender que el paralítico era pecador y espiritualmente  muerto como el hijo pródigo. Los judíos no son capaces de alegrarse por la sanación de este hombre después de 38 años enfermo sino “trataban de matar a Jesús, porque no solo violaba el sábado, sino que también se hacía igual a Dios al llamarlo su propio Padre.” (V. 18). Bien claro entendían los judíos la pretensión de Jesús no ser un profeta más o ser un superhombre, sino ser Hijo en calidad de Dios igual al Padre Creador.

En la parte final de éste capítulo que acabamos de escuchar Jesús responde a las acusaciones de los judíos  contra él y aduce cinco testigos. La comunidad cristiana de san Juan al final del siglo I defendía así su fe en Jesús Mesías e Hijo de Dios. 1. Juan Bautista, que “era una lámpara que ardía y brillaba” y dio testimonio de la verdad. La Verdad no es una idea ni múltiple. La Verdad es Jesucristo. 2. Las obras de Dios que Jesús realizó. “Estas obras que yo hago dan testimonio de que el Padre me envió. (V.36). 3. El Padre mismo dio testimonio en el Bautismo de Jesús y en la Transfiguración “Este es mi Hijo el predilecto. ¡Escúchenlo!” Jesús reclama a los judíos “ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no tiene cabida en ustedes, porque no creen al que Dios envió” (V.37-38). 4. Las Sagradas Escrituras testimonian del Cristo que ofrece vida eterna. 5. Moisés que escribió acerca de Jesús y, por eso, se convierte en acusador de los judíos que no creen.

Resumiendo podemos decir la causa de su falta de fe era su falta de amor a Dios y dejar a Dios ser Dios y dejarlo obrar ofreciendo luz, salud, liberación y salvación a su manera. Creer incluye dar gloria a Dios en vez de buscar su propia gloria. Reconocer nuestro pecado y pedir perdón al que por nosotros dio su vida en la cruz.

Me permiten la pregunta: Y nosotros,  ¿Somos capaces de ver las obras de Dios y agradecerlo, a pesar de lo que está pasando justo ahora?  ¿Reconocemos nuestros pecados  y estamos preparados para la confesión sacramental?

El Evangelio es alegría…, anúncialo    
 

Dios les bendiga: Padre, Hijo, Espíritu Santo








miércoles, 25 de marzo de 2020

OBEDIENCIA del Hijo de Dios y de su madre, la Virgen María, Mons. Adolfo Bittschi


25 de marzo de 2020, Solemnidad de la ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR. 



Proclamamos el Evangelio según San Lucas  1, 26 – 38. Gloria a ti, Señor.   Palabra del Señor.

Queridos oyentes, hoy celebramos un acontecimiento trascendental, que cambió el rumbo de toda la humanidad; después de la Creación el segundo más importante de toda la historia: la ENCARNACIÓN del HIJO de DIOS. 

Hoy estamos exactamente nueve meses antes de la fiesta de la NAVIDAD. Hoy se une el Cielo con la tierra. La Palabra se hizo carne. (Jn 1,14)



Nos acordamos que por la desobediencia de Adán y Eva hemos perdido el paraíso y vivimos en el “Valle de lágrimas” como lo sentimos muy de cerca en estas semanas de incertidumbre. Hoy por la obediencia del Hijo de Dios y de su madre, la Virgen María, recuperamos el Cielo. Esta Buena Nueva nos puede dar consuelo y seguridad, aunque pase lo peor, nuestro futuro está asegurado en DIOS, gracias a la colaboración de la Virgen María por su total que Dios precisa para restaurar toda la Creación.

Al inicio de su Evangelio San Lucas establece la coordenada histórica en (V.5) “en tiempo de Herodes” y al inicio del pasaje del anuncio la coordenada geográfica Nazaret en Galilea, un lugar nada significativo en la periferia de Judea. Es que Dios tiene un amor especial para lo pequeño a los ojos de este mundo. “El levanta del polvo a los humildes”.

Lo mismo canta la mujer joven, humilde y pobre que cada día reza y desea de todo corazón junto con su pueblo la llegada del Mesías prometido desde siglos. Sin embargo ni en sueños había pensado que ella, María, sería la madre del Salvador y que éste sería Dios. Claro está, por supuesto, no Dios Padre, sino el Hijo de Dios, Luz de Luz, la Palabra por la que todo fue creado.

Acabamos de escuchar del Santo Evangelio de Lucas el diálogo maravilloso entre María y el arcángel Gabriel, quién hace 2020 años fue enviado por Dios Padre con un mensaje gozoso que inicia con tres palabras de enorme peso: “Dios te salve”, que quiere decir: “Dios te saluda” o traducido del original “¡Alégrate!”, tú eres “llena de Gracia” por qué “DIOS en persona está contigo”. Al oír este saludo tan cargado de grandeza ella quedó desconcertada. El Ángel le dijo: “No temas… darás a luz un hijo, a quién llamarás Jesús.”  María tenía el valor, el coraje de pedir una explicación “Cómo será eso si no convivo con un hombre”. El Ángel aclaró: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti.” Y luego un silencio absoluto en el cielo - esperando la respuesta que definirá la suerte de toda la humanidad. “Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mi tu palabra.” La Salvación puede tomar su camino: La Encarnación de Dios. El Hijo de Dios se hace hombre.

La Iglesia nos invita recordar este momento al rezar cada mañana, al mediodía y en la tarde  “El ÁNGELUS”. Para recordar esta Buena Nueva.

El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo!

Les bendigo en el nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

lunes, 23 de marzo de 2020

Mons. Adolfo Bittschi: Pongamos nuestra fe y esperanza en Jesucristo


Hoy lunes de la cuarta semana de cuaresma, Mons. Adolfo Bittschi, centra hace su reflexión en el Evangelio de San Juan.




Les invito a que pongamos …, en estos días difíciles y de prueba, nuestra fe y esperanza en Jesucristo, nuestro único salvador, Dios todo poderoso. Él vino a este mundo para perdonar nuestros pecados, sobre todo nuestra falta de fe y desconfianza.  Así como transformó al funcionario, pidamos que nos transforme de verdad.

Que esta cuarentena sea tiempo de gracia y nos acerquemos más a Jesucristo, Él que nos puede liberar de este flagelo de la pandemia, continuemos rezando en familia en santo rosario, leyendo y meditando el evangelio, ayudándonos en los trabajos de casa y preparándonos para una buena y sincera confesión sacramental.

El evangelio es alegría, anúncialo. 

Les Bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

domingo, 22 de marzo de 2020

Mons. Adolfo Bittschi. "Hijos de la Luz" mensaje para el 4to Domingo de Cuaresma


Hoy 22 de marzo 2020 - 4to Domingo de Cuaresma - proclamamos el Evangelio según San Juan. - Gloria a ti Señor. (Lectura del capítulo 9, 1-41. Palabra del Señor. Gloria a ti)
Este 4to Domingo de la Cuaresma lleva el nombre de LAETARE (del latín) según la antífona de la entrada que canta: Festejen a Jerusalén, gocen con ella… alégrense de su alegría, los que por ella llevaron luto. (Isaías 66,10s).




 Reflexión

La primera lectura describe la unción de David como Rey de Israel, un hecho importante dentro de la historia de la salvación, porque Jesús el Mesías tenía que ser hijo de David y es a la vez Hijo de Dios, como lo vemos en el Evangelio, dando la vista a un Ciego de nacimiento. Lo que a nosotros se refiere, Jesús nos llena de su Luz cuando nos invita, por medio del Apóstol San Pablo, a vivir como hijos de la luz, buscando lo que agrada a Dios.

1.      El relato del Evangelio nos hace participar de la alegría inmensa que vivía este Ciego de nacimiento a quién el Señor le abrió sus ojos. Imagínese nunca haber visto la luz, los colores, las personas y ahora, gracias a Dios, puede ver. Lastimosamente se juntó a su gozo pronto el dolor de ser excluido de la comunidad por los jefes de su pueblo y de la sinagoga, la comunidad religiosa. Al ser sanado por Jesús se vuelve para su pueblo un excluido igual que un leproso. Los líderes lo echaron de la comunidad por haber podido recibir el don de la vista no solo con los ojos del cuerpo sino la vista profunda de la FE en Jesucristo.

Los adversarios de Jesús dicen: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda e sábado” y otros: ‘’Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?” El hombre sanado les contesta: “Eso es lo raro: que ustedes no saben de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que hace su voluntad.” O sea este hombre veía no solamente con sus ojos corporales más bien Jesús le dio una mirada espiritual profunda superior a la de los maestros de la Ley y los fariseos. Claro que no veía toda la verdad sobre Jesús. Pero como estaba dispuesto a ver, el Señor se lo revela como Hijo del Hombre. Los judíos como conocedores de la Sagrada Escritura sabían perfectamente a que se refería: a una visión del profeta Daniel Cap. 7, 13-14: “…en una visión nocturna vi venir en las nubes del cielo una figura humana… le dieron poder y dominio: todos los pueblos… lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.” Jesús es puesto por Dios como Juez del mundo en el juicio final. (Hasta el Corán reconoce esta verdad.) El hombre que se sanó de la ceguera lo recibió a Jesús como tal con fe. “Creo Señor.” Y se postró ante Jesús. La fe nos hace ver lo que sin fe es imposible de conocer. “Lo esencial es invisible para los ojos” dice “El Principito” en la novela de Antoine de Saint-Exupéry, que muchos de ustedes han leído.


2.   El relato de la sanación del Ciego de nacimiento nos muestra su fe creciente. También nuestra fe debe seguir creciendo. Por eso habla también de nuestra historia; la historia de nuestra fe.
Veamos ahora la celebración de sanación en sus detalles y su significado profundo: Jesús con su saliva y con el barro de la tierra le aplica un cataplasma a sus ojos y lo manda a lavarse en la piscina de “Siloé”.

Los padres de la Iglesia nos ayudan a descifrar los símbolos de esta ceremonia. El lavarse en el Siloé indica el bautismo. El evangelista nos traduce el nombre de la piscina Siloé como “Enviado”. Pues el Enviado de Dios está presente, porque el auténtico Enviado de Dios es Jesús. El Ciego debe sumergirse en este Enviado de Dios. Acerca de la tierra mojada con saliva nos recuerdan los padres de la Iglesia que según el segundo relato de la Creación en Génesis 2, Dios creó el cuerpo del hombre del barro de la tierra mostrando su poder de Creador. Al sanar Jesús al Ciego de nacimiento, muestra Él el mismo poder Creador. Creación y ahora en Cristo la Nueva Creación o restauración de la Creación es obra que solamente Dios lo puede realizar.

3.      El relato de la sanación del Ciego de nacimiento es también nuestra historia de fe que se inició, pero sigue y no se termina. Se inició en nuestro Bautismo, pero debe seguir con una vida desde la fe. En la segunda lectura de este domingo nos dice San Pablo: “En otro tiempo ustedes eran tiniebla, ahora son luz en el Señor. Caminen como hijos de la luz.” Ser cristiano quiere decir ser luz. Como Bautizados somos enviados a llevar la luz de Cristo al mundo que parece cada vez más envuelto en la oscuridad del mal, de la violencia, de la injusticia, de la mentira y del fraude y último de las enfermedades y epidemias y tantos otros males.

    Ser personas de fe en Cristo significa según las palabras del Apóstol “buscar lo que agrada al Señor, sin tomar parte de las obras estériles de las tinieblas, sino poniéndolas en evidencia.” Y si el Espíritu Santo nos descubre a nosotros tales obras, palabras o pensamientos negativos que nos dé la fuerza necesaria para reconocerlos, arrepentirnos, rechazarlos y confesarlos en una sincera confesión, para que, la luz de Cristo habite en nuestros corazones y lo podemos compartir con los demás con palabras de aliento y actos de misericordia.

Ser luz significa según este domingo saber alegrarse sobre todo por ser perdonado al perdonar hasta a nuestros enemigos y no ser juzgados por no juzgar a otros, dejando el juicio al Hijo del Hombre tal como Dios lo dispuso.

Alégrense en el Señor en este domingo junto a su familia.

El Evangelio es alegría. Anúncialo.

Y les bendigo en Nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.



Mos. Adolfo Bittschi


Jesús compasivo que insta a: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”- Mons. Adolfo Bittschi

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