domingo, 2 de agosto de 2020

Jesús compasivo que insta a: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”- Mons. Adolfo Bittschi

Entrega de Alimentos en comunidades rurales  2020

2 de agosto 2020, décimo octavo Domingo durante el año litúrgico
Proclamamos el Evangelio según san Mateo 14, 13 - 21. 
Gloria a ti, Señor.          


Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXIÓN 


                          COMIERON TODOS HASTA QUEDAR SATISFECHOS 


Jesús tiene compasión de la gente, sabe lo que les falta y les da lo que necesitan. Les da de comer su Palabra para el alma y también para el cuerpo el pan y los pescados. Así este acontecimiento es una imagen de la Iglesia. Cuyo oficio es dar de comer al hambriento, de beber al sediento, visitar al enfermo y a los privados de libertad, pero el hombre no solo vive del pan, sino de la Palabra de Dios y del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Aquella vez comieron todos hasta quedar satisfechos. La multiplicación de los panes es un anuncio de la EUCARISTÍA.

Su preparación a largo plazo inicia en la Sagrada Escritura que lamamos Antiguo Testamento. La Iglesia como buena madre saca de lo antiguo y de lo nuevo para darnos contento. Hoy la primera lectura es de la segunda parte del profeta Isaías que inicia proclamando: “Consuelen, consuelen a mi pueblo” (40,1) y por eso se llama: Libro de la consolación de Israel.   Dios anuncia el fin del destierro en Babilonia que es como un nuevo éxodo y una restauración de la Alianza de Dios con su pueblo. El profeta pregunta: “¿Por qué dar su salario por algo que no deja satisfecho?” Una demanda actualísimo para nuestro tiempo post-moderno donde se gasta tanto en cosas que no pueden dar contento el alma, mientras lo que realmente vale y da contento a la persona cuesta poco dinero, pero, claro que sí, un esfuerzo de liberarse de las promesas engañosas del mundo y de la carne y buscar a Dios y su Palabra y su voluntad que es AMOR.

El Salmo lo dice bien claro: “El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”.  Ustedes, queridos oyentes, ¿pueden percibirlo y contarlo en este tiempo? O se dejen llevar por las angustias, las penas y las quejas…

Por eso San Pablo apóstol nos pregunta: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿el peligro? Y él mismo nos da la respuesta: en todo esto vencemos fácilmente por Aquél que nos ha amado. Nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro (2da lectura). El mensaje central de este domingo.

Pasamos ahora al Evangelio: Jesús al recibir la noticia del martirio de Juan Bautista por Herodes se retira solo a un lugar solitario. Signo que le afectó mucho la muerte violenta de su Precursor que a la vez es un anuncio de su propia suerte. No tiene miedo al rey, pero su hora aún no ha llegado. Tampoco puede permanecer mucho tiempo solo, porque la gente se entera y le sigue a pie por la orilla del lago. Vienen de todas las poblaciones circundantes. Cuando Jesús baja de la barca, ve la gran multitud de gente. Le da mucha compasión. Palabra que expresa que Jesús siente en sus entrañas el dolor de los enfermos, sus dolencias y su hambre de la Palabra de Dios. Jesús como “rostro de la misericordia de Dios” (Papa Francisco) es impulsado por su amor a sanar a los enfermos. En las parábolas de los domingos anteriores, Jesús es el maestro que enseña con la autoridad de Dios sobre el Reino de Dios. Ahora muestra su autoridad, su poder y su corazón para con los enfermos y los sana.

Como se hizo tarde los discípulos se dan cuenta que la gente necesita comer y se acercan al Señor con la sugerencia de despedir, es decir, desentenderse de ellos. Jesús conoce el lugar y sabe que la pobre gente no encontrarán comida en ese lugar retirado y responde: “No hace falta que vayan, denles ustedes de comer”. No hay más que cinco panes y dos peces, objetan los apóstoles, una ridícula poquedad. Jesús no ceda y hace actuar a los apóstoles durante el milagro: tienen que traer lo poquísimo que hay. Jesús no queda mirando la poca cosa y la multitud de la gente, sino sus ojos al cielo, hacia su Padre Dios y tras la bendición, Jesús da los panes y peces a los discípulos “para que repartan entre la gente”. Y al final son otra vez los apóstoles encargados de recoger los trozos que sobraron. La referencia de la Iglesia aparece con claridad en el papel que desempeñan los discípulos  como intermediarios entre Jesús y la gente. Jesús realiza la acción de alimentar a la multitud pero no lo quiere realizar sin los discípulos. Esta obra prefigura la misión de los cristianos como mediadores entre Jesús y los hombres y la de los apóstoles con respecto a la comunidad.

También hoy la tarea de la Iglesia de Jesús pareciera una misión imposible ante tantas necesidades en esta pandemia en la que crece el hambre. El hambre hoy tiene muchas caras. Hay hambre en los pobres y hay hambre en los ricos. Hambre de trabajo fijo, de vivienda, de educación, de libertad. Hay hambre de absoluto, de trascendencia, de vida eterna. Hay hambre en niños desnutridos y madres abandonadas, hambre en drogadictos y hambre en los suicidas, es increíble pero hay hambre en los ricos, la Madre Teresa de Calcuta habló mucho de este hambre en los ricos de ser amado. Y existe también el hambre de la Palabra de salvación.

Alzar la mirada como Jesús para bendecir significa darse cuenta que Dios es el dador de los bienes que deben ser repartidos y compartidos entre todos, así y solo así alcanzaran para todos. Lo positivo de esta pandemia es que se ve mucha creatividad para compartir y ayudar a los que necesitan. Que nosotros que sentimos el amor de Dios, sepamos compartir el pan de cada día, pero también nuestra fe y confianza en Dios Padre bueno y misericordioso que en su Hijo nos dio todo.

María Reina de los Ángeles ruega por nosotros.

El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la Bendición del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y sus familias y les acompañe hoy y siempre.

   Monseñor Adolfo Bittschi
Obispo Auxiliar de Sucre
Resp. del Área Misión C.E.B. 

Jesús compasivo que insta a: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”- Mons. Adolfo Bittschi

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