25 de marzo de 2020, Solemnidad de la
ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR.
Proclamamos el Evangelio según San Lucas 1, 26 – 38. Gloria a ti, Señor. Palabra del Señor.
Queridos oyentes, hoy celebramos un
acontecimiento trascendental, que cambió el rumbo de toda la humanidad; después
de la Creación el segundo más importante de toda la historia: la ENCARNACIÓN
del HIJO de DIOS.
Hoy estamos exactamente nueve meses antes de la fiesta de la NAVIDAD. Hoy se une el Cielo con la tierra. La Palabra se hizo carne. (Jn 1,14)
Hoy estamos exactamente nueve meses antes de la fiesta de la NAVIDAD. Hoy se une el Cielo con la tierra. La Palabra se hizo carne. (Jn 1,14)
Nos acordamos que por la desobediencia de Adán y Eva
hemos perdido el paraíso y vivimos en el “Valle de lágrimas” como lo sentimos
muy de cerca en estas semanas de incertidumbre. Hoy por la obediencia del Hijo de Dios
y de su madre, la Virgen María,
recuperamos el Cielo. Esta Buena Nueva nos puede dar consuelo y seguridad,
aunque pase lo peor, nuestro futuro está asegurado en DIOS, gracias a la
colaboración de la Virgen María por su SÍ
total que Dios precisa para restaurar toda la Creación.
Al inicio de su Evangelio San Lucas establece la
coordenada histórica en (V.5) “en tiempo de Herodes” y al inicio del pasaje del
anuncio la coordenada geográfica Nazaret en Galilea, un lugar nada
significativo en la periferia de Judea. Es que Dios tiene un amor especial para
lo pequeño a los ojos de este mundo. “El levanta del polvo a los humildes”.
Lo mismo canta la mujer joven, humilde y pobre que cada día reza y desea de todo corazón junto con su pueblo la llegada del
Mesías prometido desde siglos. Sin embargo ni en sueños había pensado que ella,
María, sería la madre del Salvador y que éste sería Dios. Claro está, por
supuesto, no Dios Padre, sino el Hijo de Dios, Luz de Luz, la Palabra por la
que todo fue creado.
Acabamos de escuchar del Santo Evangelio de
Lucas el diálogo maravilloso entre María y el arcángel Gabriel, quién hace 2020
años fue enviado por Dios Padre con un mensaje gozoso que inicia con tres
palabras de enorme peso: “Dios te salve”, que quiere decir: “Dios te saluda” o
traducido del original “¡Alégrate!”, tú eres “llena de Gracia” por qué “DIOS en
persona está contigo”. Al oír este saludo tan cargado de grandeza ella quedó
desconcertada. El Ángel le dijo: “No temas… darás a luz un hijo, a quién
llamarás Jesús.” María tenía el valor,
el coraje de pedir una explicación “Cómo será eso si no convivo con un hombre”.
El Ángel aclaró: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti.” Y luego un silencio
absoluto en el cielo - esperando la respuesta que definirá la suerte de toda la
humanidad. “Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mi tu palabra.” La
Salvación puede tomar su camino: La Encarnación de Dios. El Hijo de Dios se
hace hombre.
La Iglesia nos invita recordar este momento al
rezar cada mañana, al mediodía y en la tarde “El ÁNGELUS”. Para recordar esta Buena Nueva.
El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo!
Les bendigo en el nombre de Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
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