lunes, 30 de marzo de 2020

Mons. Adolfo Bittschi Reconocer nuestros propios pecados.

Vete y no vuelvas a pecar (Jn 8,1-11)
30 de marzo, lunes de la 5ª semana de Cuaresma




Adio: Evangelio y Reflexión

 

Reflexión

Queridos oyentes estamos con este evangelio de la misericordia de nuestro señor Jesucristo. Mientras que esta enseñando en el templo, los escribas y fariseos llevan a Jesús a la mujer sorprendida en el adulterio, pero no lo llevan al marido. En la ley de Moisés estaba previsto de apedrearlo, estos hombres piden a Jesús que juzgue a la pecadora con la finalidad de ponerlo a prueba a Jesús.

La escena está cargada de dramatismo, de las palabras de Jesús depende la vida de esta persona, pero también su propia vida, de hecho los acusadores hipócritas fingen confiarle el juicio, mientras que en realidad es precisamente a él a quien quieren juzgar y acusar. Jesús en cambio está lleno de gracia y de verdad (Jn1,14) él sabe lo que hay en el corazón de cada hombre, quiere condenar al pecado, pero salvar al pecador, y desenmascarar la hipocresía.

El Evangelio de San Juan pone de relieve un detalle, mientras los acusadores le
interrogan con insistencia, Jesús se inclina y se pone a escribir con el dedo en el suelo. No se han preguntado ustedes alguna vez ¿qué habrá escrito? San Agustín observa que el gesto muestra a Cristo como el legislador divino, en efecto, Dios escribió la ley con su dedo en las tablas de piedra (Comentario de San Agustín al Evangelio según San Juan) Jesús por tanto es el legislador, es la justicia en persona. Y ¿cuál es su sentencia?: aquel de ustedes que esté sin pecado, que arroje la primera piedra; estas palabras están llenas de la fuerza de la verdad, que desarme, que derriba el muro de la hipocresía y abre las conciencias y una justicia mayor, la del amor, la de la Misericordia, la que consiste el cumplimiento pleno de todo precepto. Escribe San Pablo en la carta a
los Romanos (Rom 13). Es la justicia que salvó también a Saulo de Tarso, el perseguidor de los cristianos, transformado en el gran Apóstol San Pablo. Cuando los acusadores se fueron retirando, comenzando por los más viejos, Jesús absolviendo a la mujer de su pecado, le introduce en una nueva vida orientada al bien; “tampoco yo te condeno, vete en adelante no peques más”.

Dios solo desea para nosotros el bien y la vida, se ocupa de la salud de nuestra alma por medio de sus ministros, liberándonos del mal con el sacramento de la reconciliación, a fin de que nadie se pierda sino que todos puedan convertirse.

Queridos hermanos antes de juzgar a otra persona, debemos nosotros pedir, la luz del Espíritu Santo para reconocer nuestros propios pecados. Muchas veces me pasa lo que critico o veo mal en otra persona, me doy cuenta que yo tal vez en otra manera, pero estoy con el mismo pecado, por eso damos gracias a Dios por su gran Misericordia.

El Evangelio es Alegría. Anúncialo. 

En este tiempo en que estamos confinados, no perder la paciencia, sino profundizar, aprovechar para profundizar la Palabra de Dios.

Que Dios les bendiga.

Mons. Adolfo Bittschi M

Sucre 30.03.2020

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