martes, 21 de julio de 2020

El que se unió sin reserva a Cristo, es acogido en su familia.


21  de julio 2020, martes de la décima sexta semana durante el año litúrgico

Proclamamos el Evangelio según San Mateo

Gloria a ti, Señor.   


REFLEXIÓN 

“Estos son mi madre y mis hermanos”, con este fragmento concluye la gran polémica entre Jesús y sus adversarios, lo cual es muy significativo. Las últimas palabras de este capítulo, Jesús ya no conmina a esta generación perversa, sino que indica lo que se opone a esta generación, es una nueva generación dedicada  de veras a Dios. Todos saben quiénes son su madre y sus hermanos de Jesús, él tampoco quiere manifestar que se distancia de su madre la virgen María y de los demás parientes, ni que los reconocen como parientes; lo que le interesa a Jesús y lo que quiere mostrarles es otra cosa. 

El evangelista relata que Jesús se extiende su mano hacia sus discípulos, el gesto de toma de posesión, la señal para expresar la pertenencia y la bendición y protección.

 El texto no dice sus apóstoles sino su discípulo con esto hace referencia a los que en su interior mantienen la relación de dependencia con su maestro.  Jesús dice: “he aquí mi madre y mis hermanos” las características del discípulo de Jesús es el cumplimiento de la voluntad de Dios padre el que lleve este distintivo es inmediatamente un pariente espiritual de Jesús, es su hermano, hermana y madre.  Ojo, no habla de padre tiene uno sólo.

El cumplimiento de la voluntad de Dios padre es el vínculo decisivo para el reino de Dios y encima de la sangreHemos oído decir a Jesús que el discípulo no está encima del maestro y que la relación discípulo -maestro nunca quedan desposeída superioridad y subordinación. A esto se añade ahora  algo nuevo, que el discípulo es un pariente de Jesús en el sentido espiritual. El calor en las cercanías a la inmediación familiar imprime también su sello en esta relación, no se reduce a la obediencia, la subordinación y al seguimiento incondicional antes bien, el que se unió sin reserva a Cristo, por así decirlo, es acogido en su familia. Eso da la felicidad y es muy hermoso. 

El entendimiento entre los discípulos y su maestro se trasmiten a las relaciones entre sí, el reino de los cielos establece un nuevo orden espiritual que sobrepasa en mucho los vínculos  terrenos sin que disminuya el valor de la familia.

En este mes oremos también por la Iglesia Diocesana de Sucre, la primera de Bolivia: ”Te alabamos, Señor, por la Arquidiócesis de Sucre. Haz que, unidos  por la Palabra y la Eucaristía, y llenos del Espíritu Santo, vivamos con alegría la fe que nos hace Iglesia y nos convoca a vivir en comunidad”. “Somos Iglesia sinodal en salida misionera” (lema)

 El Papa pide orar por nuestras familias para que sean acompañadas con amor, respeto y consejo. Rezamos: ¡Oh preciosísima sangre de Cristo, sangre de nuestra salvación!   ¡Sálvanos a nosotros, a nuestras familias, y al mundo entero!

El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la Bendición del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y sus familias y les acompañe hoy y siempre.


 

Mons. Adolfo Bittschi

Obispo Auxiliar de Sucre

Resp. Área Misiones C.E.B.

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