miércoles, 29 de julio de 2020

Cuando servimos a nuestros hermanos, lo hacemos a Cristo mismo, Mons. Adolfo Bittschi

 

29 de julio 2020, miércoles, celebramos la Fiesta de Santa Marta 
Proclamamos el Evangelio según san Juan 11, 19 - 27. 
Gloria a ti, Señor. 

Santa Marta aparece tres veces en el Evangelio: en el banquete de Betania en que junto con su hermana María, recibe a Jesús en su casa; luego cuando la resurrección de su hermano Lázaro, hace profesión de su fe en Jesús “el Hijo de Dios”, y en la comida ofrecida a Jesús seis días antes de la Pascua (Juan 12,2). En los banquetes, Marta como hermana mayor asumiendo el rol de madre de familia se ocupa del servicio, en tanto que María unge los pies y la cabeza del Señor con el perfume preciosísimo y se sienta a los pies del amado Maestro para escucharle. Cuando Marta se queja a Jesús de que su hermana no le ayuda, el Señor no rechaza “su solicitud caritativa”, pero la corrige por su inquietud y agitación, que tiene el peligro de dejar de lado lo esencial, que es su presencia ante Él. Jesús invita a Marta a una mayor renuncia, a fin de que se encuentre menos absorbida: “Pocas cosas son necesarias, y aún una sola”, puesto que estar con Él vale más que quedarse al margen, aun cuando fuese por ocupaciones excelentes: “Ella ha elegido la mejor parte”, dice Jesús de María, que no está “ociosa”, sino “atenta”. Que honor grandísimo para Marta el recibir a Jesús el amado Maestro y Señor a su mesa y servirle. Pero no es de envidiar a Marta, porque cada uno de nosotros puede a su vez, ejercitar la misma hospitalidad: cuando servimos a nuestros hermanos, lo hacemos a Cristo mismo (Mateo 25,40).

El evangelio de hoy expresa la fe de Marta y de los judíos de su época: creen en “la resurrección del último día” (v. 24); pero ahora comprende que con Jesús ha llegado la etapa final de la historia de la salvación y que la resurrección comienza a suceder gracias a la fe en el Mesías Jesús, que hace pasar ya no más de la muerte a la vida. La revelación central del Evangelio Jesús lo manifiesta a Marta, su amiga afligida y dolorida: “Yo soy la resurrección y la vida” (v. 25). Esta novedad transcendental irrumpe en el tiempo y en la historia presente de cada persona por la fe en Jesús el Cristo, es decir el Mesías, el Ungido con el Espíritu Santo e Hijo de Dios hecho hombre. Este camino de adhesión y unión progresiva con Cristo culminará en el encuentro definitivo con Jesús después de la muerte.

En este mes oremos por la Iglesia Diocesana de Sucre, la primera de Bolivia:” Te alabamos Señor, por la Arquidiócesis de Sucre. Haz que, unidos  por la Palabra y la Eucaristía, y llenos del Espíritu Santo, vivamos con alegría la fe en comunidad”. “Somos Iglesia sinodal en salida misionera” (lema)                                                     
   El Papa pide orar por nuestras familias. Rezamos: ¡Oh preciosísima sangre de Cristo, sangre de nuestra salvación!   ¡Sálvanos a nosotros, a nuestras familias, y al mundo entero!  
 
  El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo!
 Y la Bendición del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y sus familias y les acompañe hoy y siempre.

Mons. Adolfo Bittschi 
Obispo Auxiliar de Sucre 
Resp. Área Misiones C.E.B.

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