17 de mayo 2020, 6to. Domingo de PASCUA,
proclamamos el Evangelio según san Juan 14, 15 - 21.
Gloria a ti, Señor.
REFLEXIÓN
- La Santísima Trinidad
YO
PEDIRÉ AL PADRE QUE LES MANDE OTRO PARÁCLITO,
Queridos oyentes, con estas palabras del Evangelio de este domingo Jesús
nos lleva a una altura vertiginosa y una profundidad tremenda de la revelación de Jesús acerca de
Dios. Nos promete nada menos que la
Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Dios uno y trino
estará con sus discípulos para darles fuerza, luz, sabiduría, y ayuda. Amar a
Jesús y creer y confiar en Él son las indispensables condiciones para recibir
esta ayuda y esta relación íntima con Dios.
Ya saben los apóstoles de Jesús que Él tiene su Padre Dios que ama a su Hijo y le dijo en su Bautismo: “¡Este es mi Hijo amado, mi predilecto!” (Mateo 3,17). De eso los apóstoles eran testigos presenciales. Lo hermoso es que, a nosotros lo dijo Dios Padre lo mismo en nuestro Bautismo: Tu eres mi hijo amado/mi hija amada. Jesús el Hijo de Dios responde a ese amor profundo y ama a su Padre, le obedece en todo y le dice “Abba”, Papi (Marcos 14,36). Ustedes, queridos oyentes, ¿saben decir a sus hijos “te amo”? Hijos ¿saben decirlo a sus padres “te amo”? Si ustedes eso van a decirse en ésta pandemia, a lo mejor cada día, sería un gran aporte a cambiar el mundo llenándolo de amor cuando la muerte sigue avanzando.
Acercándonos
a la fiesta de Pentecostés, nuestro Señor Jesucristo nos habla hoy de la
tercera persona en la Santísima Trinidad,
el Paráclito, el Espíritu de la verdad, al que llama en el v.26 “el Espíritu
Santo”. Jesús inicia su promesa hablando de lo más importante, el amor. El amor es la esencia del Paráclito. Ojo,
hay que tomar en cuenta que todo el mundo habla del amor; casi todas canciones,
shows y películas tratan del amor. La palabra “amor” se ha vuelto como estos
billetes sucios que da asco para agarrar especialmente en este tiempo de la
pandemia. El inmenso valor del amor, que
no se puede pagar, está tergiversado,
abusado y comercializado. Sin embargo
el origen del amor está en la Santísima
Trinidad: El padre que ama, el hijo que es amado y el Espíritu Santo que es
el amor en persona. Dios es amor nos
dice San Juan en su primera carta en el capítulo 4 versículo 8.
- El amor y los mandamientos de
Jesús
Al amor
a Jesús, que se confirma como sincero al cumplir sus mandamientos, se le da tres
promesas: la venida del Paráclito (v. 15-17), Jesús mismo que retornará (v. 18-20) y el Padre (v. 22). Las tres promesas se refieren a las tres personas de la Santísima Trinidad,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Jesús,
antes de volver a su Padre, quiere
asegurar a sus discípulos que no serán abandonados sino ayudados y fortalecidos por las tres
divinas personas. “Si me aman, guardarán mis mandamientos”.
¿Qué se entiende de los mandamientos de Jesús? Aquí Jesús no se refiere a los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, ni el nuevo mandamiento de amor aislado. Jesús lo aclara en el v. 23:” Si alguien me ama, cumplirá mis palabras, y el Padre lo amará y vendremos a él y pondremos nuestra morada en él”. En concreto algunos ejemplos de los mandamientos de Jesús: “Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados” (Lucas 6, 36-37). “Vete, y haz tu lo mismo” (Lucas 10, 37). “Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Juan 13, 15). Sobre todo se trata de creer en el sentido de una entrega total a Jesús como Hijo de Dios Padre y que se expresa en actuar según la voluntad e intención de Jesús. Lo vemos en los Hechos de los Apóstoles (que se proclama cada día en este tiempo de Pascua como primera lectura en la celebración de la santa Misa). Pedro, Esteban, Felipe y luego Saulo, convertido en Pablo, todos ellos, actúan siempre guiados por el Espíritu del Señor. Luego serán muchísimas personas, en las persecuciones, que consagraron su vida al Señor dando testimonio como discípulos misioneros. Varias veces nos dijo el Papa Francisco, que nuestros hermanos cristianos son los más perseguidos en el mundo y tenemos hoy mártires de la fe en mayor número que los primeros tres siglos después de Cristo. También en nuestro continente americano, especialmente en México y en América Central.
- El Paráclito
Al amar a Jesús de verdad y confiar totalmente
en Él, Jesús promete a los apóstoles: “Yo pediré al Padre que les enviará otro Paráclito que les acompañará siempre,
el Espíritu de la verdad” (v. 16-17a). Jesús habla de “otro paráclito” en
sustitución de su persona y de su rol y en reemplazo de su presencia corporal y
visible.
Paráclito es una palabra griega con muchos matices. El sentido original de paráclito es alguien que habla en favor de una persona acusado ante un juzgado, el abogado. En los discursos de
despedida es él que anima, ayuda, auxilia,
defiende, intercede, fortalece, sostiene. La traducción antigua en la
Iglesia era “consolador”. El Paráclito es enviado del Padre y del
Hijo como profesamos en el Credo Niceno-Constantinopolitano. Como queda para siempre con los discípulos,
no está enviado a los Doce como don personal, sino a toda la Iglesia. Lo confirma el relato de la fiesta de Pentecostés
donde dice que “estaban todos reunidos en el mismo lugar” (Hechos 2,1). En el
capítulo 1, 12-14 se menciona “algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y
sus hermanos” formaban parte de la primera comunidad de cristianos en Jerusalén.
Pedro en su primer discurso en ésta fiesta de Pentecostés cita al profeta Joel:
“Dice Dios: sucederá en los últimos tiempos derramaré mi espíritu sobre todos”, hijos, hijas, jóvenes, ancianos,
servidores y servidoras. (Joel 3,1-2).
El paráclito es llamado en 16, 13
nuevamente Espíritu de la verdad,
porque enseña a los apóstoles la verdad. La Verdad es lo que Jesús ha vivido y
enseñado tan coherente porque Él mismo dice de sí: “Yo soy la Verdad” (Juan
14,6). Si bien el mundo, como enemigo de Dios, no lo puede recibir, esto no
excluye que una persona atea o incrédula reciba la gracia de la conversión. El
mejor ejemplo es Saulo, perseguidor de cristianos y luego el gran misionero San
Pablo.
Otro aspecto importante: El Espíritu Santo no estará
al lado de los discípulos sino vive
dentro de cada uno. V.17 dice: “…estará en ustedes.” Hablando de la
Santísima Trinidad y sus tres personas podemos decir que el Padre es Dios encima de
nosotros, inalcanzable y trascendente que mandó al Hijo para estar al lado de los
hombres, caminando con ellos visiblemente en la persona de Jesús de
Nazaret. El Hijo, una vez resucitado y ascendido al cielo, nos manda junto con
el Padre al Espíritu Santo para ser
el Dios dentro de nosotros. Es la
revelación de Jesús. Ésta cercanía tan íntima que nos une con Dios es para otras
religiones es una blasfemia de no guardar la distancia con el Absoluto.
- Para terminar
Papa Francisco nos invita en este mes de mayo
a meditar con el corazón de María con en el rosario en la mano los misterios de
nuestra salvación. Hoy domingo meditamos los misterios gloriosos: la
Resurrección del Señor entre los muertos, su gloriosa Ascensión al cielo, el Envió
del Espíritu Santo sobre la Iglesia, la Asunción de la Virgen María con cuerpo
y alma al cielo y su coronación como Reina del universo. Sería lindo de encender
una velita y rezar juntos en familia.
El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la bendición del Dios uno y trino, del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y que tengan un
lindo Domingo en familia.
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