jueves, 30 de abril de 2020

Trabajen ..., por un alimento que perdura y da vida eterna

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.

                                                                                                                                             Foto:famigliacristiana

1 de mayo 2020, viernes de la 3ra. Semana de PASCUA, proclamamos el Evangelio según san Juan 6, 53 - 60. 
Gloria a ti, Señor.             


Reflexión

Hoy iniciamos el mes de mayo que está dedicado a la Virgen Madre de Dios Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. El Papa Francisco escribió para este mes de mayo una carta diciendo: “en este mes, es tradición de rezar el Santo Rosario en casa, con la familia…he pensado proponerles a todos que redescubramos la belleza de rezar el Rosario en casa durante el mes de mayo…Contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá  más como familia espiritual y nos ayudará de superar esta prueba. Rezaré por ustedes, especialmente por los que más sufren, y ustedes, por favor, recen por mí. Les agradezco y les bendigo de corazón”.  Hasta aquí el papa Francisco.

 Yo también quiero invitarles de prender una velita, tomar el Rosario y meditar los misterios profundos de nuestra fe que Dios ha obrado para nuestra salvación. Nos hace tanto bien; sobre todo nos trae la paz a nuestro corazón.
También hoy celebramos en la Iglesia a San José, obrero, dando valor al trabajo humano y pidiendo que cada persona tenga un trabajo digno y que el trabajo no sea solo para ganar dinero. El Señor nos dijo: “Trabajen no por un alimento que perece, sino por un alimento que perdura y da vida eterna” (Juan 6, 27). Damos gracias a todos los que con su trabajo nos hacen la vida posible, saludable y agradable tanto en lo material como en lo espiritual.

En el Evangelio de hoy Jesús dice: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.

Hasta ahora Jesús ha revelado mucho pero aún sigue profundizando. Nos dice que  Él es alimento y bebida para los hombres. Ya no habla en forma de imágenes sobre la unión espiritual  con Él por la fe, sino insiste concretamente una y otra vez en comer su carne y beber su sangre. Sobre el cómo no dice nada todavía. Esto será recién en la Última Cena. Éste su alimento produce vida, vida eterna. Esta vida recibe el hombre por la comunión con Cristo: “El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. Y la comunión con Cristo es por Cristo comunión con Dios Padre. La fuente de la vida es el Padre. “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come, vivirá por mí”. El Hijo de Dios  no es creado sino engendrado por el Padre, quiere decir recibe Amor, Vida, Luz, Verdad, Majestad todo del Padre y no lo guarda para sí mismo sino lo devuelve al Padre en el Amor del Espíritu Santo. Es un pulsar como nuestro corazón. Y esta Vida de plenitud nos da Jesús en el sacramento de la Eucaristía. En Juan 10, 10 dice: “He venido para que tengan vida y vida en plenitud”. Nosotros quedamos encargados de hacer fluir este amor hacia el prójimo y así hacerlo volver al corazón de Dios.

Éste don tan grande nos tiene que hacer cantar al Señor el Aleluya con la voz y con la vida.

El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la bendición del Dios uno y trino, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.

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