En el marco de la situación
sanitaria y social que atraviesa el país y en Celebración del Día de la Iglesia
Diocesana en la Arquidiócesis de Sucre y con la participación de varias
instituciones de la Iglesia, se lleva a
cabo el segundo Conservatorio: “La Iglesia en
Tiempos de Pandemia, una mirada al ser y que hacer de la Iglesia"
Resultados del primer conversatorio
LA IGLESIA EN TIEMPOS DE PANDEMIA
UNA MIRADA AL SER Y QUEHACER
DE LA IGLESIA
Nuestra sociedad local, Pueblo de Dios, también
sufre, hoy, las consecuencias
de este mal que ha de-construido la vida social, generando nuevas dinámicas de
vida como el aislamiento y la cuarentena; ha visibilizado las limitaciones
sanitarias y la brecha social entre quienes tienen todas las condiciones para
hacer frente a la pandemia y quienes sólo les toca sobrevivir.
Esta compleja situación, levanta estas y muchas
otras preguntas que vamos a ir intentando responder en los espacios de zoom, a
partir de un acercamiento y reflexión creyente de la realidad, para buscar
juntos luces, claves y caminos nuevos para responder con fidelidad
creativa y audacia pastoral a los desafíos de la realidad actual.
¿Cuál es el impacto de la pandemia en la Iglesia?
La Iglesia, pueblo de Dios, ha sido afectada
por el impacto del coronavirus, desde la prohibición de celebrar comunitariamente la
liturgia, hasta la muerte de sacerdotes, religiosos y laicos en varias partes
del mundo. Por otro lado, el impacto económico en nuestras familias e
instituciones de Iglesia se deja sentir. Nos ha dejado ver que, no todo lo
podemos hacer. Nos ha dejado ver nuestra fragilidad humana. A repensarnos como
personas, como comunidad y a entender nuestra fe en Dios.
En esta apertura hacia el sufrimiento social, ha crecido también la fe y solidaridad de personas e instituciones que de manera individual o coordinada han realizado campañas solidarias para ayudar a las poblaciones más vulnerables. Así mismo, parroquias, movimientos de Iglesia, preocupados por su comunidad, han emprendido acciones solidarias. Sin embargo, se ve la necesidad de una mayor organicidad. A esto se suma el acompañamiento a los enfermos, la atención con alimentos y/o insumos de bioseguridad, entre otros, a las poblaciones vulnerables: Adultos mayores, niños, personas con capacidades diferentes, mujeres en marginación laboral, personal de salud, de aseo urbano y a poblaciones indígenas.
Ante los impactos negativos de la pandemia, la respuesta ha sido positiva por parte de la Iglesia, que ha respondido en todos los niveles y en todas partes. Queremos ver la pandemia también como una posibilidad, porque muchas personas han vuelto a la fe y fortalecido su relación con Dios. Es un tiempo de reconfiguración de todo, de propuestas e iniciativas que superen las limitaciones del aislamiento o distancia social que han suspendido los cursillos, confirmaciones, reuniones y celebraciones, pero abren otras posibilidades como el fortalecimiento de nuestras comunidades y nuestros servicios, usando los medios tecnológicos.
¿Cómo debemos situarnos como Iglesia ante la pandemia? Qué nos toca hacer? ¿Cuál es nuestro rol?
La Iglesia, la evangelización, la acción pastoral ha de estar a la altura de las circunstancias para transmitir esperanza, consuelo y ánimos en estos momentos tan difíciles. No podemos dar lugar a que se nos pregunte después que la pandemia: ¿Dónde estaba la Iglesia durante la crisis sanitaria, cuando la población estaba confinada, con miedo, infectada y luchando por preservar la vida?
Una demanda sentida, es que seamos defensores
de derechos, ser intermediarios y garantes de los derechos que tienen los
enfermos, los adultos mayores, las poblaciones indígenas y otras poblaciones
vulnerables a la prevención, diagnóstico y tratamiento oportuno; a la atención
médica de calidad en este contexto.
Necesitamos transmitir esperanza poniendo los pies en la tierra, en el barro. La Iglesia ha de posicionarse como una Iglesia profética, que anuncie buenas noticias a los más empobrecidos y denuncie lo que hay detrás de la realidad y de las condiciones de pobreza a las que están siendo sometidas grandes sectores sociales. Los cristianos estamos convocados a la rebelión contra la indiferencia. Necesitamos estar cerca de las personas que sufren, ayudar a levantarlos. Para ello, se hace necesaria la ayuda humanitaria, aspecto principal en el actuar de la Iglesia. Pero no solo eso, necesitamos trabajar en la incidencia política con mayor presencia propositiva y evangélica en los ámbitos de reflexión y decisión de las política sanitarias y públicas, como el actual COEM.
El posicionamiento de la Iglesia en este contexto, donde la pobreza agobia y la corrupción hace tanto daño, implica una auto reflexión respecto a nuestras propias acciones y programas de formación de los cristianos: los corruptos no serán parte de la Iglesia?. Qué pasó con los valores de los que roban a los pobres en tiempos de pandemia?. ¿Cuál es el rol de nuestro trabajo con esta realidad? Quizá necesitamos trabajar en liderazgo político y formación de los funcionarios públicos, para que no se lleven el dinero del pueblo.
Esta pandemia nos mueve a repensarnos, a bajar a la calle, pues quizá estamos mirando de palco. Estamos invitados a vivir la fe en la condición que estamos viviendo: en un mundo donde los seres humanos se atacan unos a otros, donde “todo es dinero”, donde el 70 % de la población vive del día a día, del trabajo informal y que en esta cuarentena se han quedado sin trabajo, se les ha tapado la boca (con un barbijo), pero no el estómago. Estamos invitados, desde la fe, a ser protagonistas en la superación de la crisis política, de la crisis sanitaria, educativa; de la crisis ecológica-ambiental y de la crisis moral.
Desafíos o retos del presente
y del futuro
La experiencia vivida en este tiempo, nos muestra cómo nuestra tradiciónn cristiana que ha estado tan centrada en la liturgia presencial, ante la imposibilidad de reunirse en el templo, los creyentes han vivido su fe más centrados en la Palabra de Dios, en la oración familiar, en el uso de las plataformas virtuales para participar de los actos religiosos y en la solidaridad con la gente que sufre las consecuencias de la pandemia. En este sentido, uno de los desafíos es fortalecer una fe sensible y encarnada a la realidad social, política o sanitaria, en este tiempo.
Se ve como una estrategia inmediata y a largo plazo la creación de un observatorio de los derechos de los pobres, que amplifique la voz y el clamor de personas y grupos vulnerables que reclaman sus derechos. Una instancia para poder hacer seguimiento y transparentar las gestiones y uso de recursos a favor del pueblo. En esta línea, se sugiere fortalecer los lazos entre todos los miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia; fortalecer los canales de información y conformar grupos de análisis y reflexión para orientar y proponer acciones que transformen la realidad integral. No podemos quedarnos callados, tenemos una palabra de vida. Por ello, urge estar en contacto y unidos para seguir pensando la realidad y asumir posiciones frente a lo que está pasando en nuestro medio.
Por otro lado, es importante repensarnos desde abajo, desde lo más nuclear que es la persona, la familia, los grupos, la parroquia y la Iglesia como comunidad toda. Trabajar en la conversión, la coherencia; en la superación de la indiferencia y la corrupción, desde estas instancias, para que toda la estructura social cambie. Necesitamos reflexionar nuestros métodos, enfoques de trabajo pastoral. Por Ejemplo, la formación en valores y liderazgo se ha hecho siempre, debemos revisar la forma en que lo hacemos. Hay una necesidad de ir cambiando las formas de formación para que se refleje sus frutos en la vida cotidiana.
Un desafío fuerte es nuestra posición frente a la vida política. Están próximas las elecciones, y necesitamos decir y hacer algo. Crear instancias o espacios para dialogar con los candidatos o que estos puedan dialogar con la población.
Que este tiempo nos ayude a volver a lo esencial: que somos un Pueblo elegido por Dios, para anunciar la Buena Nueva de Jesucristo; nos ayude a reconocer la realidad actual, como lugar donde Dios se da a conocer en los rostros sufrientes por la pandemia y nos llama a ser una Iglesia servidora en salida misionera hacia las poblaciones más afectadas por la pandemia; a proclamar su presencia viva; a elevar una oración por los que están arriesgando sus vidas para proteger a los vulnerables, y a desplazarnos hacia los márgenes para acompañar a nuestros hermanos en estado de sufrimiento y necesidad.
Finalmente, los participantes del
conversatorio: “La Iglesia en tiempos de pandemia”, hacen el compromiso de
fortalecer este espacio para tratar temas político electorales, medio
ambientales, formación de líderes entre otros, en próximos diálogos virtuales.
Jhonny Montero Irala
Director de PASCAR
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