Jesús exigía la fe que conduce a la futura resurrección y a la vida eterna
29 de abril 2020, miércoles de la 3ra. Semana de PASCUA
Proclamamos el Evangelio según san Juan 6, 35 - 40.
Gloria a ti,Señor.
29 de abril 2020, miércoles de la 3ra. Semana de PASCUA
Proclamamos el Evangelio según san Juan 6, 35 - 40.
Gloria a ti,Señor.
Jesús
se presenta abiertamente como don del cielo en cumplimiento del maná en el
desierto.
Dios no
da algo, sino se da a sí mismo en la persona de su Hijo único como pan de vida. La imagen del pan incluye
todo lo que la persona humana necesita para vivir, pero no solo para el cuerpo sino sobre todo para el alma. Recordamos la situación de la
gente en tiempo de Jesús: había que pagar impuestos a los romanos que unos
cobradores de impuestos exigían injustamente por demás. Luego había el impuesto
al rey Herodes que gastaba mucho en su vida lujosa y además el diezmo para el
culto del Templo en Jerusalén. Por eso vivían muchos en la pobreza y con
esperanza seguían a Jesús que les daba a comer. Lastimosamente estaban tan
ocupado por lo “terreno”, es decir de lo material, que les costaba abrirse a la
fe en Jesús. Jesús exigía la fe que conduce a la futura resurrección y a la
vida eterna. La samaritana sí pudo creer en Jesús como el que sabe saciar la
sed de vida y el hambre de Verdad, de Justicia y de Paz. Y así los muchísimos
santos de nuestra Iglesia.
Hoy 29 de abril recordamos una mujer
excepcional y valiente que llamo la atención a Príncipes, a Obispos y hasta a
los Papas, Catalina de Siena. ¡Que atrevida! Me pueden decir. Nada de esto.
Nada de orgullo, soberbia y creerse la creme de la creme. La razón de su vida era
Dios, el amor a Dios y la obediencia, la contemplación de Cristo en la Cruz y
el servicio a la Iglesia y a su pueblo. Catalina Benincasa nació en Siena/Italia
el año 1347, con su hermana melliza como los últimos de 24 hijos, y muere en
Roma a la edad de 33 años. Es una mujer totalmente fuera de serie. Sigue la
espiritualidad de Santo Domingo de Guzmán, vive la humildad y la obediencia al
extremo. Abrasada por una llama de amor a Dios llega a ser una de las personas
místicas de primera fila.
Por eso, se sintió empujada a vivir en lo
íntimo de su ser el drama de la Iglesia
de su tiempo: el Obispo de Roma, el Papa, a quién llama “el dulce Cristo en la tierra”, teme por
su vida y vive lejos en Avignon en Francia. Ella le exige en nombre de Dios que
vuelva a Roma. Luego le aflige la degradación de las costumbres del clero, la
guerra y la incesante discordia entre las ciudades italianas y, dentro de cada
una de ellas, entre las familias. ¡Cuántas veces por su oración, su sacrificio,
hablando y exigiendo el perdón y la reconciliación ha podido poner paz! La
fuerza de su ascesis, su vida al servicio de los demás lo recibió, como ya
dije, de la contemplación de las llagas de Cristo crucificado. El papa San
Pablo VI lo declaró el año 1970 doctora de la Iglesia. Van justo 50 años.
Que ella desde la casa del Padre celestial
interceda por nosotros y nos consiga paciencia, a los gobernantes prudencia y a
los científicos iluminación para encontrar el remedio contra el virus. Y a
todos la gracia de tener encuentros personales con Cristo vivo y que Él nos
sacia el hambre y la sed de vida.
El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la
Bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes.
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