lunes, 1 de junio de 2020

Mons. Adolfo Bittschi:“¡Ahí tienes tu madre!”. La celebramos hoy como MADRE DE LA IGLESIA.

 Hoy, día después de la solemnidad de PENTECOSTÉS celebramos la memoria obligatoria de MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA.


Homilía 1 de junio 2020, lunes de la 9na. Semana durante el año proclamamos el Evangelio según san Juan 19, 25 - 27. 

Gloria a ti, Señor.       


MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA. Es una nueva memoria instituido por el Papa Francisco el anteaño. Celebramos el título más grande de SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS  el 1ro de enero. Según la palabra de Jesús a su discípulo: “¡Ahí tienes tu madre!”. La celebramos hoy como MADRE DE LA IGLESIA.

E iniciamos el mes de Junio dedicado al Sagrado Corazón de Jesús que lo recibió 100 por 100 de su Madre. El Santo Padre Francisco nos invita a orar este mes por la Evangelización con el lema: El camino del corazón. Dice: Recemos para aquellos que sufren  encuentren caminos de vida, dejándose tocar por el Corazón de Jesús.

En el evangelio encontramos Jesús en la Cruz y junto a Él María su Madre, la Madre de los Dolores, la Madre de la Iglesia.
¿Qué significa ser madre? 

Reflexionamos sobre 3 signos de la maternidad:
 1. Concebir 2. Guardar 3. Dar, dar a luz.

1. CONCEBIR
En el Anuncio del ángel a María dicen algunas traducciones a manera moderna: “quedarás embarazada”. Fisiológicamente está correcto aunque no traduce el matiz del original griego y teológicamente reduce el contenido. Concebir es muy distinto de quedar embarazada. En una violación la mujer puede quedar embarazada, eso no es concebir. Concebir es con voluntad y con consentimiento y expresa recibir un don. 

Concebir es lo contrario de agarrar o tomar para sí, como querer ser de por sí mismo como Dios. Dios quiere que seamos como Él, que es santo, pero por el camino del recibir, de dejarse regalar el don. En el Anuncio del ángel a María era el órgano de concebir primero la mente y el corazón y luego con su cuerpo. El ángel la había saludado como “llena de gracia” e Isabel le decía “llena de fe” o “feliz tu que has creído”. Creer viene del latín credere y se explica con cor dare, es decir: dar, entregar el corazón. La persona que se abre para Dios y le entrega su corazón puede concebir la gracia del Espíritu Santo y ser fructífera en el camino hacia la santidad. Pidamos esa gracia.

2. GUARDAR
El segundo servicio de una madre es guardar. De la Virgen se dice: “María, por su parte, conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lucas 2,19). Jesús nos dice la actitud y el fundamento para una verdadera maternidad: “dichosos son los que escuchan la palabra de Dios y la guardan”. En esto la Madre de Nuestro Señor Jesucristo es una excelente Maestra. Escuchar y guardar primero en el corazón y luego “encarnarlo” en la vida esto es lo que ella hizo de manera ejemplar y esto es el secreto de la Evangelización. La veneración y el cariño a la Virgen Madre de Dios es algo orgánico que se desarrolló por los siglos. La Iglesia guiada e iluminada por el Espíritu de la Verdad llegó a una comprensión más profunda de la Revelación de la Sagrada Escritura para proclamar la Maternidad de Dios Hijo, de su Virginidad, de su Inmaculada Concepción y en consecuencia su Asunción con Cuerpo y Alma al cielo. “Jesús exclamó: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado todo esto a los pequeños…” (Mateo 11,25). Que la Virgen María nos ayude a guardar a Jesús en nuestro corazón.

3. Dar. Dar a luz
Dar, dar a luz significa separarse, entregar, pasar. La Madre de Dios tenía que aprender – como todas la madres – que su hijo no la pertenece a ella. Ya cuando el niño tenía 12 años se quedaba en “lo de su Padre”, en el Templo en Jerusalén. Ella que dio luz al “Hijo del Altísimo” en Belén sin dolores sufrió los peores dolores cuando su hijo murió clavado en la cruz. El tajo con la lanza ya no dolió a Jesús, que ya estaba muerto, sino se cumplió la profecía de Simeón: “Y a ti, una espada te traspasará el alma” (Lucas 2,35). En la Anunciación contestó María al ángel: “Mira, ¡aquí está la esclava del Señor!” Esta respuesta no ha quedado palabra vacía sino se cumplió en toda su vida y en el sufrimiento junto a su hijo debajo de la cruz como “mater dolorosa” lo dio al mundo. Que seamos discípulos misioneros haciendo conocer a Jesús.

Termino con la Oración antiquísima: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas nuestras oraciones de tus hijo necesitados. Líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita.”

El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la Bendición del Dios uno y trino, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompaña en éste día.

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