lunes, 29 de junio de 2020

Mons. Adolfo Bittschi: La fe disipa el temor, porque llena de Dios a la persona entera.

La luz de la fe quita toda sombra de la preocupación y de la angustia

Foto: pastorals

30 de junio 2020, martes de la 13a. semana durante el año, proclamamos el Evangelio según san Mateo 8, 23 - 27. 
Gloria a ti, Señor.         

 Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


INCREPÓ A LOS VIENTOS Y AL MAR Y VINO UNA GRAN CALMA

Al sosegar la tempestad, manifiesta Jesús su poder sobre los elementos de la naturaleza, símbolos del caos que pueden llevar a la muerte. Los testigos del prodigio se admiran y se interrogan sobre el misterio de su persona.

Vamos por partes: Jesús va por delante y sube a la barca. Sus discípulos “lo acompañaron”.  Jesús es el primero, el precede y los discípulos van detrás de Él. O sea continúa el tema del seguimiento a Jesús. En medio del mar de Galilea se levanta la gran tempestad, como suele ocurrir con frecuencia, y pone en peligro las barcas de pesca. Las oleadas zarandean la barca y llenan la con agua amenazando de hundirla. Jesús está descansando en Dios. Los discípulos en angustia mortal gritan al Señor: “¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!” Es un llamamiento de desesperación, pero también de confianza. La única salida que ven es el Señor, que está con ellos. La exclamación: “nos hundimos”, además del significado literal, tiene un sentido existencial y espiritual: nos vamos a pique, perecemos, nuestra vida está llegando a su fin.  
  
Una vez despertado, Jesús reclama a los suyos: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” La fe es todavía débil en aquel que teme. La fe disipa el temor, porque llena de Dios a la persona entera. La luz de la fe quita toda sombra de la preocupación y de la angustia. Los discípulos son “hombres de poca fe”, es decir, tienen fe, de lo contrario ya no hubiesen esperado que Él los ayudara; pero todavía es escasa, de lo contrario no hubiesen afirmado angustiosos que estaban perdidos. Esta es la situación de nosotros muchas veces.
Jesús domina las fuerzas del caos superior a toda fuerza y técnica humana.

Por eso surge la pregunta: “¿Qué clase de hombre es éste Jesús?” En el sermón de la montaña la gente se sorprendió de su enseñanza con autoridad (7, 28). Ahora el asombro de su acción poderosa sin igual sobre las fuerzas de la naturaleza es aún mayor.  

Pregunto: ¿No tendrá que obedecer el hombre a Jesús, si Él es realmente el Señor? Y decir y vivir como Santo Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”

Queridos oyentes, rezamos junto con el Papa Francisco: para aquellos que sufren que encuentren caminos de vida, dejándose tocar por el Corazón de Jesús.

Santa Nazaria Ignacia escribió: “Tuya siempre en el dolor, en el sacrificio, en todo se halla tu voluntad santísima; quiero sólo amarte y darte gloria. ¡Corazón Santísimo de mi Jesús!  Corazón de Jesús en ti confío. Transforma mí corazón y hazlo semejante al tuyo. 

Queridos oyentes: El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la Bendición del Dios uno y trino, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe hoy y siempre.

Monseñor Adolfo Bittschi

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