La segunda
lectura de la Carta de San Pablo a los Romanos nos abre el horizonte de nuestra
vida. La vida en la tierra es una maravilla por ser un grandioso don de Dios
nuestro Padre, pero nos espera algo muchísimo mayor después de la muerte, algo
incomparable. San Pablo nos hace recuerdo que por el bautismo hemos sido unidos
con Cristo tanto en su muerte como en su resurrección. Y creemos que la muerte
ya no tiene dominio ni sobre Cristo ni sobre los que viven unidos a Él. Por eso
hay que morir al hombre viejo con sus inclinaciones al mal y al egoísmo para
andar en la vida nueva con Cristo. A todos nos toca morir, tarde o temprano,
pero, si hemos muerto al pecado, la muerte no nos puede separar de Dios y resucitaremos
con Cristo Jesús para la vida en Dios.
Pasamos
ahora al Evangelio. Hemos celebrado en el mes de abril la fiesta de las
fiestas, Pascua de Resurrección. La vida de Cristo culmina en la entrega total
de su vida por nosotros. Al cumplir de esta manera la voluntad de Dios Jesús ha vencido la muerte. Ahora nos toca a
nosotros seguir este camino de Jesús: obedecer en todo al Padre Dios con la
fuerza del Espíritu Santo.
Para eso
nos viene como el anillo al dedo el capítulo 10 del Evangelio según san Mateo
con el final del discurso “Apostólico” donde Jesús define al cristiano.
En el texto
hay dos líneas maestras:
1ª. El
seguimiento prioritario de Cristo.
2ª. La
recompensa para quien recibe a los enviados discípulos de Jesús.
Después del
mandato apremiante de anunciar la proximidad del Reino de los Cielos y de
advertir sobre las resistencias y adversidades con las que el discípulo se va a
encontrar, Jesús pide fidelidad absoluta y entrega incondicional a su persona
por que Él encarna el Reino. Y Él no se va a quedar atrás en generosidad para
recompensar al que le sigue.
Cristiano es aquel que se dispone a recibir incondicionalmente el amor de Jesús y responder con el mismo amor absolutamente incondicional a Jesús.
LO QUE
JESÚS EXIGE
“El que
quiere a su padre o madre más que a mí, no es digno de mí”. Esto no es cuestión
de sentimiento (¿por quién late más fuerte el corazón?) sino de opción
racional. El sentido de esta palabra es que los afectos familiares no
entorpecen ni impiden el seguimiento de Jesús. Él mismo amó a su Madre y nunca
dejó de amarla, pero la dejó en casa para cumplir su misión. Jesús no dice que
no amemos a padres y hermanos, ni que nos despreocupemos de nuestra vida, lo
que quiere es que esos valores no son los mayores ni los últimos valores. El
valor último y definitivo es DIOS en
persona. DIOS es DIOS y nada ni nadie pueden ocupar su lugar y llenarnos
plenamente de FELICIDAD.
EL QUE NO
TOMA SU CRUZ
Seguir a
Jesús no significa buscarse cruces y sufrimientos. Estos vienen y no hay que
eludir. El camino del amor que pasa por el dolor por el amor. Y nos lo señalan
los Mandamientos de Dios que Jesús ha cumplido hasta el extremo. Todos sabemos
muy bien el primer mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas, pero en la
práctica… en la práctica me parece que es como en Inglaterra donde en cada
oficina y en muchas casas tienen la foto de la reina y la aprecian, pero en la
política y en su vida personal la reina no tiene influencia alguna. Ustedes
tienen seguramente una bandera en su casa o dos y permítanme la pregunta: ¿la
bandera de nuestra fe, el crucifijo, lo tienen también? ¿Y una imagen del
Sagrado Corazón de Jesús? Sería muy bueno para hacernos recuerdo cada vez que
lo vemos: del inmenso amor que nos tiene. Nos invita a seguir su ejemplo y
llevar nuestra cruz de cada día: incomprensión, crítica, injusticia, burla etc.
Y a pesar de todo: buscar la voluntad del Padre Dios.
PERDER Y
GANAR LA VIDA
Hay que
mirar a los apóstoles y santos que por seguir a Jesús han dejado una buena
vida, es decir una vida cómoda, vida de fama y popularidad, de riqueza y de
lujo. Pero han encontrado una felicidad que no se puede comprar. En internet
pueden buscar el testimonio de una joven irlandesa que se la abrieron las
puertas para ser una estrella de cine por el talento que tenía. Lo dejó todo
para seguir a Jesús y ser feliz al servir a los demás. No ha sido nada fácil.
El lema de su vida era: O Todo o nada. Es el título del documental de la
Hermana Clare Crockett: O todo o nada, vídeo al final.
LA
HOSPITALIDAD y la RECOMPENSA
En muchas
culturas se conoce experiencias y cuentos sabios sobre la HOSPITALIDAD. Para
nosotros la recompensa es muchísimo
mayor, porque es JESUCRISTO mismo a quien recibimos y atendemos en los
necesitados que tocan nuestra puerta. En la primera Lectura hemos escuchado que
Dios no se deja ganar en la generosidad.
Seguimos
orando según el Papa para aquellos que sufren, que encuentren caminos de vida,
dejándose tocar por el Corazón de Jesús.
Mons. Adolfo Bittschi, Obispo Auxiliar de Sucre y Responsable del área de Evangelización de la C.E.B.
Documental TODO O NADA, vida la hermana Clare Crockett
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