Proclamamos el Evangelio según san Juan 17, 1 -11a.
Gloria a ti, Señor.
Recordamos hoy a un santo muy alegre, san Felipe Neri, que cumplía con la palabra clave del Evangelio de hoy y que tenía sus seguidores acá en Sucre.
PADRE, HA LLEGADO LA HORA. GLORIFICA A TU HIJO.
Éste pasaje del evangelio se llama desde el
siglo XVI “La Gran Oración sacerdotal”
de Jesús. Éste título se justifica porque la primera función del sacerdote tanto en el AT como en el NT (cf.
Hechos 6, 4) es interceder por el pueblo
ante Dios. Desde el comienzo de su oración proclama Jesús que ha llegado la hora de su glorificación.
Para nosotros, igual que para San Pedro, es difícil de entender que su muerte es su glorificación. Pero es
el momento de cumplir su misión de revelar como es el DIOS PADRE, como nos AMA
y como quiere que todos los hombres e salven. La muerte de Cristo y su
Resurrección es la cumbre de la salvación y así puede salir victorioso de éste
mundo para volver al Padre. Pide en primer
lugar por sí mismo. Me parece importante éste aspecto de pedir para uno
mismo porque conozco personas que no se atreven de pedir por sí mismo. Aunque
en seguida veremos que Jesús ruega al
Padre que le vuelva a conferir la gloria de Hijo único de Dios que poseía
desde antes del tiempo: Poder sobre toda la carne, es decir sobre todos los
hombres. La razón que aduce es que así
puede Él glorificar al Padre. La glorificación del Padre está en darnos por
amor la vida eterna.
Jesús
explica luego en que consiste la vida eterna: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero,
y a Jesús, el Mesías, a quien tú enviaste” (v.3). Conocer es para nosotros
un acto intelectual con la fría razón. En la Sagrada Escritura es sinónimo de
la relación íntima matrimonial. En el
libro de Génesis dice “Adán conoció a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a
luz” (4,1). Los místicos experimentan en el matrimonio espiritual una unión de
alma con Jesús en un amor donde quedan arrebatados en éxtasis ya acá en la
tierra. Solo podemos conocer a Dios mediante el “Enviado” Jesús. Conocer
incluye como en el matrimonio confianza única y entrega total que se expresa en
mirar, escuchar y obedecer por amor. “Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío”
(v.10). Conocer y amar a Dios y a Cristo es la condición para poder recibir la
vida eterna.
En la conclusión: Por Jesús quedamos invitados a conocer y amar profundamente a Dios. Para esto podemos y debemos pedir al Espíritu Santo que nos lleve al conocimiento y amor de que habla Jesús para que el obedecer a la voluntad del Padre que es su amor hacia nosotros nos nazca del corazón. Y así nosotros glorificaremos al Padre dando testimonio de nuestra fe con un cambio de vida.
Rogamos entonces una nueva efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia, todos los
cristianos, hombres de buena fe y la creación entera. Pidamos especialmente por
la Unidad de los cristianos en el amor a Dios, hoy en el tercer día con el tema
de la Esperanza, don de Dios que
recibimos en el Bautismo. Señor mándanos el Paráclito como el día de
Pentecostés para unirnos entre cristianos y así dando testimonio para que el
mundo crea que tú eres el único Dios capaz de realizar este milagro. Invocamos así al Espíritu Santo: “Ven,
Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego
de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu Creador y renovarás la faz de la tierra.
Oh Dios que iluminas los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo.
Haznos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre lo bueno y gozar de su
consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”
El
Papa Francisco nos invita en este mes de mayo a meditar con el corazón de María
y el rosario en la mano los misterios de nuestra salvación. Hoy, martes, toca
meditar los misterios dolorosos: 1. Jesús ora y sufre en el Huerto. 2. La
Flagelación de Jesús. 3. La Coronación con espinas. 4. Jesús lleva la Cruz a
cuestas y 5. La muerte de Jesús en cruz para salvar el mundo.
El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la bendición del Dios uno y trino, del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes.
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