" Y el que a mí recibe, recibe al que me ha enviado”
Foto: El Rincón Espiritual
7 de mayo 2020, jueves de la 4ta. Semana de PASCUA, proclamamos el Evangelio según san Juan 13, 16 - 20.
Gloria a ti,
Señor.
EL QUE RECIBE A MI ENVIADO, ME RECIBE A MÍ.
Queridos oyentes, con el capítulo 13 de su
evangelio de hoy, San Juan nos lleva nuevamente a la sala de la última Cena.
Jesús acaba de lavar los pies de sus apóstoles. Luego les explicó lo que quería
enseñarles: “Les he dado ejemplo para que háganlo mismo que yo hice con ustedes.” (v. 15). El servicio humilde, el amor que se
pone a servir hasta la entrega de su vida. Lavar los pies era el servicio no de
cualquier servidor sino de un esclavo.
Por eso para Pedro era una humillación del Señor que no quería permitir. Yo
interpreto éste signo con el perdón que necesitamos del Señor, porque así lo
dijo Jesús a Pedro “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo”. Porque si
no recibimos el perdón no podemos perdonar. Perdonar de corazón es una manera
de morir al egoísmo y orgullo del hombre viejo.
Jesús perdonó también a su traidor al lavar
sus pies, sabiendo lo que tenía planificado en su corazón. Seguramente se
acordó del Salmo 41, 10: “Incluso mi amigo, en quien confiaba, y que compartía
mi pan me pone zancadillas.” Esto es para los orientales un crimen: traicionar
con quien comparte el pan y la sal en la comida. Esto, según el sentir de los
orientales, merece la muerte. El satanás
lo empujó luego a ese otro crimen de ahorcarse. Es que no quería y por eso
podía aceptar el perdón del Señor. Jesús quería experimentar el sufrimiento
amargo lo que toca experimentar y sufrir a tantas personas, la vil traición por
una persona amiga. Lo hizo también para que los otros once apóstoles no duden
de la grandeza de su llamado y no se retracten de su misión.
Jesús advierte a sus “enviados”, que es la
traducción de la palabra griega “apóstol”,
los advierte del orgullo en
su misión. OJO. El enviado no es mayor que él que lo envía. Ellos deben
sentirse como servidores o mejor según la palabra original “esclavos” del
Señor. San Pablo lo comprendió y sintió que Cristo lo “compró y lo liberó con
su sangre” por eso inicia varias de sus cartas con esta palabra “esclavo de Cristo” que
hoy se traduce con servidor. La cadena con la cruz que llevamos los Obispos es
expresión de esta relación de los sucesores de los apóstoles con nuestro Señor
Jesucristo, esclavos encadenados.
Al final una palabra hermosa para todos ustedes, queridos oyentes: “El que recibe a mi enviado, me recibe a mí; y el que a mí recibe, recibe al que me ha enviado”. Es decir a su Padre celestial, el Dios todopoderoso, Creador de los cielos y de la tierra, que quiere llegar a nuestros corazones por su Hijo Jesucristo y sus enviados.
¿No les gustaría tener a un enviado en su
familia? No solo como huésped sino un hijo de su sangre, de su familia, que
siente el llamado de Dios para ser sacerdote.
Papa Francisco nos invita en este mes de mayo
a meditar con el corazón de María en el rosario los misterios de nuestra
salvación. Hoy jueves toca meditar los misterios luminosos. Oremos por las
vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y misionera.
El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la
bendición del Dios uno y trino, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
descienda sobre ustedes.
Amén.Gloria a Ti Señor Jesús
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